Crisantemos, gladiolos, rosas o claveles lucen desde ayer con frescor renovado en un cementerio San Carlos Borromeo que ha cambiado de color tras el paso de cientos de usuarios que no han querido dejar pasar este puente de Todos Los Santos sin detenerse unos minutos ante las tumbas de los que se han ido.
Siguiendo la tradición católica, los salmantinos aprovecharon el día de ayer para acercarse a las sepulturas de sus seres queridos y, con mimo redoblado, adecentar los nichos, acondicionar y cuidar cada detalle. La lluvia de este pasado lunes desapacible no pudo frenar el fervor que las familias dedican a los que ya no están.
Pasadas las nueve de la mañana, empezaron a llegar los primeros visitantes con cubos, botellas de agua, trapos e incluso chubasquero, es algo que se hace cada año, lo cuenta María del Mar Sánchez que intenta acercarse antes del 1 de noviembre "ya que cuando hay mucha gente me agobio, me supera la situación". Perdió a su padre a los 18 años y desde entonces suele acercarse en aniversarios y fiestas, "los primeros catorce años venía todos los domingos", dice emocionada.
No son las únicas personas a las que recuerda, también están sus abuelos, suegros y hasta una amiga... con el paso del tiempo se ha ido quedado demasiada gente por el camino. "Mi madre ya es mayor, siempre me acompañaba pero ya no puede", lamenta. Reconoce que es una cita en la que se queda "muy tranquila y a gusto", relata a www.tribunasalamanca.com mientras coloca una a una las flores que lleva preparadas.
Pero María del Mar no es la única, entre las tumbas nos encontramos a Francisco Curto, quien se ha acercado antes de la festividad grande para verificar que los centros de flores que ha colocado siguen en su sitio, "tengo aquí a mis abuelos, a mi hermano y a una tía". "Es un respeto".
No quiere dejar pasar esta ocasión para denunciar que la colonia de gatos del cementerio "tiene todo manga por hombro, duermen encima de los centros e incluso nos mean las tumas". Él no suele ser un asiduo del cementerio, "trabajo y no puedo, pero estos días vengo siempre".
No es el único que se queja, adecentando la tumba de sus padres se encuentra Margarita Gómez. Bajo una llovizna que no cesa, asegura que los gatos que viven en el cementerio "mean, cagan, huele fatal... Nos tienen la tumba destrozada", es blanca y puede verse tomada de color amarillo. Junto a su marido, aseguran que volverán al cementerio este 1 de noviembre, "volvemos con nuestros hijos y nietos", es una tradición que no piensan perder.
Cabe recordar que el pasado mes de marzo el Ayuntamiento de Salamanca puso en marcha en plan CES, Captura esterilización y Suelta para el control de las colonias. Desde entonces y según los datos ofrecidos por la teniente de alcalde, Ana Suárez, son ya un total de 200 gatos esterilizados en toda la capital.
Estos felinos no son adoptables porque han nacido en la calle, por lo que desde el Consistorio tratan de que las colonias estén en las mejores condiciones. "Durante la pandemia nos costó sacar adelante el contrato que ha pasado de 15.000 euros a 40.000 euros", debido a que por el momento no existe una ley que ampare a estos animales en esta determinada situación.
Ahora, se ha establecido un punto de control en el cementerio charro donde tratan de acercarlos a través del alimento, de esta forma pretenden controlar que campen por todo el lugar incomodando a aquellos que cuidan de las tumbas de sus difuntos.
Acudir al cementerio, el Día de los fieles difuntos, es, para muchas personas, algo más que una tradición religioso-cultural. Se trata de un momento íntimo para la familia, un acto en el que se expresa el amor hacia aquellos que ya no están, con un simbólico homenaje en el lugar donde sus cuerpos duermen la espera de la Resurrección.
