Salamanca recuerda hoy a su patrón, al santo que salvó al niño del pozo y que detuvo el toro con sus manos, pero tambien al hombre que pacificó una ciudad partida en dos por la guerra de Los Bandos. Su rostro aparece en un medallón de la Plaza Mayor y uno de sus milagros da nombre a la calle Tentenecio. Tiene una iglesia y una estatua dedicadas, un relieve en la calle Pozo Amarillo, un bajorrelieve en la calle Traviesa y un lugar de honor en la Catedral Nueva, donde sus restos mortales descansan dentro de una urna de plata. Programa de fiestas de Salamanca.
No hace falta ni decir que hablamos de San Juan de Sahagún. La urna de la Catedral está cerrada con tres llaves custodiadas por el obispo de Salamanca, el alcalde de la ciudad y el prior de los Agustinos, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Así lo relata el historiador y técnico de la Catedral, Raúl Benito, quien recuerda las inscripciones de dicha urna pagada por la ciudad. En uno de los relieves "se nos señala la fecha en la que se hizo la urna" (1691) "y en la que se restaura, además de explicar lo que contiene en su interior". En otra de las inscripciones se puede leer el siguiente texto: "En el año del señor de 1782 se hizo de nuevo esta peana y limpió la urna, en donde está el cuerpo del señor San Juan de Sahagún, hízolo a su costa, el convento de nuestro padre San Agustín de Salamanca", apuntan desde la Diócesis.
El pozo y el toro
Raúl Benito subraya que el 12 de junio se celebra San Juan de Sahagún, que junto con Santa Teresa de Jesús, "son los patronos de la Diócesis de Salamanca".
Este historiador del arte recuerda la serie de milagros que se atribuyeron al Santo, como "el milagro del pozo amarillo, y que precisamente en la calle que lleva ese nombre, hay una inscripción con un pequeño relieve donde se refleja cómo San Juan de Sahagún hizo subir las aguas del pozo y salvó a un niño se había caído tirándole el cíngulo de su hábito".
Otro hecho milagroso tuvo lugar en la calle Tentenecio, "un nombre que le viene dado porque en una ocasión que se escapó un toro, San Juan de Sahagún se puso delante de él y lo detuvo diciendo: Detente, necio".
San Juan de Sahagún también pasó a la historia como un hombre "muy pacificador", ya que consiguió sentar en la misma mesa a los bandos de Santo Tomé y San Benito, llamados así por el nombre de las iglesias en torno a las que se agrupaban varias familias salmantinas que pugnaban descarnadamente por el poder de la ciudad y por el control de los impuestos. La plaza del Corrillo marcaba la frontera y nadie se atrevía a cruzar por allí.
El 'tercer milagro' del Santo
Según recoge el Diccionario Biográfico Electrónico de la Real Academia de Historia, en un texto firmado por Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, "además de las tareas colegiales y académicas, Juan también se sentía obligado como sacerdote a no desentenderse de otros problemas. Su palabra era buscada para pedir un consejo, para escucharle en una predicación, para administrar los sacramentos. Un problema urbano grave que dividía y hacía sangrar a la ciudad, era la división y el enfrentamiento entre algunas familias importantes, hasta hacer de esos bandos y sus luchas una triste realidad cotidiana. En medio de ellos, Juan no cejó de trabajar y clamar por la deposición de las hostilidades, el olvido del uso de las armas, abogando por el fin de la lucha. Sus oraciones y sus penitencias, sus palabras y su entrega hicieron posible que llegase la paz y surgiese la reconciliación", aunque hasta llegar a ese punto se vertió mucha sangre.
En este momento de la historia (año 1465) hay que citar el 'arrebato' de María la Brava, que ajustició y decapitó a los asesinos de sus hijos y cabalgó por la ciudad con las cabezas ensartadas en picas. Aquel episodio dejó a Salamanca "consternada" (normal, por otra parte) y "de nuevo comenzó la lucha entre familias y clanes, más dura que antes, hasta dividir a la ciudad -Cabildos, Universidad, parroquias- en dos bandos irreconciliables".
Casa de la Concordia, donde se firmó la paz entre los Bandos de Salamanca. (Foto: A. Santana)
Las autoridades "recurrieron al agustino fray Juan de Sahagún para que buscase una solución; hizo falta oración y actuación. Habló, predicó e ideó fórmulas de aproximación entre unos y otros aprovechando que le buscaban todos; triunfaron las palabras y el esfuerzo del religioso, logrando el perdón de todos y el compromiso de renunciar a la venganza y a la violencia. La reconciliación se cimentó sobre una concordia pactada y ratificada públicamente por representantes de los bandos (Maldonado, Acebedo, Nieto, Anaya, Arias, Enríquez...), y el padre Juan fue reconocido como ángel de la paz". Finalmente, miembros de 22 familias salmantinas firmaron la paz el 30 de septiembre de 1476 en un edificio de la calle San Pablo, en la conocida como la Casa de la Concordia. No fue un milagro en un sentido religioso, pero sí un hecho extraordinario para una ciudad prácticamente inmersa en una guerra civil.
San Juan de Sahagún falleció el 11 de junio de 1479. Según recoge el diccionario biográfico electrónico "fue beatificado por Clemente VIII, el 19 de junio de 1601, y canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690, aunque, por muerte del Papa, la bula fue publicada por su sucesor Inocencio XII el 15 de julio de 1691". Y así regresamos al principio de la historia, porque sólo dos meses después, el 16 de septiembre de 1691, la ciudad celebró la canonización y sufragó el coste de la urna de plata en la que hoy, 332 años más tarde, aún moran los restos del santo.