Las universidades públicas de la Comunidad han llegado a un acuerdo con la Junta de Castilla y León para la implantación de nuevos grados. A partir del curso 2026-27, la Universidad de Valladolid ofrecerá la titulación de Farmacia, la de Salamanca estrenará Veterinaria y las de Burgos (UBU) y León (ULE) arrancarán con el grado de Medicina. Este era el punto más sensible de la negociación que los rectores cerraron la pasada semana con el presidente de la Junta y la consejera de Educación. Tanto Burgos como León reclamaban Medicina en una reivindicación que consideran histórica pero que lleva mucho tiempo generando controversia.
Desde el lado amable de la bondad de este consenso universitario se apunta al beneficio de la nueva oferta académica con el discurso de retener en la Comunidad a los estudiantes que quieran apostar por determinadas carreras. A esta nueva oferta se añaden también Matemáticas Aplicadas en la UBU y Biotecnología en la Uva, ya a partir del próximo curso al estar más avanzado su plan de estudios.
Las mayores reticencias se establecen en el reparto a todas las universidades públicas de la carrera de Medicina. Hasta ahora se impartía en Salamanca y Valladolid, ambas con muy buenas valoraciones por parte de la comunidad sanitaria. Pero la insistencia de las universidades de León y Burgos, con evidente carga política en ambos casos, ha forzado este acuerdo que ofrecerá entre 70 y 100 plazas en León y de 40 a 70 en Burgos, aunque las cifras se acabarán de concretar en función de cómo se desarrollen los planes de estudio y la disposición de cada universidad teniendo en cuenta las instalaciones disponibles y la plantilla de profesores necesarios.
El grado de Medicina no puede plantearse como una conquista o un trofeo. Existen informes de colegios profesionales que alertan en forma de prospección de que una excesiva oferta puede traducirse posteriormente en médicos en el paro. Una carrera de seis años de duración, que añade a su finalización la preparación del MIR, no puede permitirse la acumulación de profesionales sin expectativa laboral en un futuro. Hoy hacen falta médicos, por supuesto, pero hay que medir muy bien todas las consecuencias, reflexionar sobre la necesidad de contar con un profesorado acreditado y entender también que la fuga a otros países viene motivada porque la oferta económica actual no es nada atractiva para los nuevos licenciados.
En Castilla y León ya hay ejemplos suficientes de lo que significa atender cuestiones territoriales por encima del interés más elemental. Sin ir más lejos, tenemos hasta cuatro aeropuertos ubicados en las mismas ciudades de este reparto universitario y la viabilidad de todos es hartamente dudosa. Incluso, en su momento, hasta la propia alcaldesa de Burgos, Cristina Ayala, rompió moldes con unas declaraciones en las que apelaba al sentido común para unificar criterios y poner en valor aquellas instalaciones con mayor potencial por encima de los intereses provincianos. También contamos con museos de todo tipo repartidos en diferentes puntos de la Comunidad. Y no se trata de una crítica ni una apelación a la centralidad. Todo lo contrario. Castilla y León necesita ser más fuerte en su conjunto sin repartir bondades territoriales. Nuestra cultura está aún muy lejos de ese sentimiento autonómico y quizá ese déficit sea el principal motivo que nos lleva a generar estos consensos de pronóstico incierto.