El vecindario de Tamames viajó en el tiempo este fin de semana, en concreto hasta el día 19 de octubre de 1809, el día posterior a la batalla librada en la villa pucherera. A las cinco de la tarde del sábado, conforme se había anunciado, un soldado (Charo García de Arriba) sucio y herido tras haber luchado en la batalla de Tamames se esforzó en contar a niños y mayores de una forma amena y divertida lo sucedido en aquella memorable jornada, intentando que lo revivieran con fusiles, lanzas y bicornios adaptados a los más pequeños.
En el marco de la narración se formó un regimiento de voluntarios puchereros de emergencia "por si los franceses regresaban" que lucía por bandera la cruz de Borgoña, bandera de la infantería de la época, con cuatro pucheros en sus extremos. No faltaron franceses con sus águilas y banderas, pero tampoco los lanceros de don Julián Sánchez El Charro.
Tras el acto se pusieron a la venta chapas e imanes que lucen una recreación de la medalla que Fernando VII entregó en 1815 a los vencedores de Tamames. La imagen es ilustración realizada por José Luis García Morán, ilustrador salmantino especializado en revistas y publicaciones de carácter bélico. El autor ha cedido desinteresadamente los derechos de la imagen por una buena causa, ya que las chapas e imanes se han vendido a un euro y el importe íntegro irá destinado a los proyectos que la Asociación Hijos del Maíz, presidida por el párroco de la localidad, mantiene en Nicaragua, en especial a su comedor infantil, que pasa por una situación complicada.
Al finalizar, Charo García de Arriba, autora del libro Tamames, paseando por su historia, publicado por la Diputación Provincial de Salamanca, anunció que ha elaborado un informe histórico para que el ayuntamiento de la localidad pueda instar a la Junta de Castilla y León a iniciar los trámites para que los terrenos públicos de Las Alturas de Tamames sean declarados Área Patrimonial de Interés Cultural en la categoría de Sitio Histórico.
Se trata de dotar al escenario de la batalla de un reconocimiento del que ya gozan otros campos bélicos como el de Arapiles pero, sobre todo, de proteger el lugar, porque sin él no podría entenderse porqué la batalla sucedió en Tamames y cuál fue su resultado.
Esto es así porque el duque del Parque, al mando del ejército de la Izquierda en aquella jornada, obligado por la Junta Central Suprema a presentar batalla a los franceses con unas tropas carentes de equipamiento e instrucción, encontró en las alturas de la villa de Tamames el lugar perfecto para estar en mejor posición que el enemigo mientras los acontecimientos se desarrollaran favorablemente, pero, al mismo tiempo, tener una vía de escape rápida y segura en caso de que hubiera sido necesaria una retirada, pues tras la sierra de Tamames se esconde la entonces inescrutable Sierra de Francia. Es decir, el escenario de la batalla de Tamames no fue casual, sino elegido premeditadamente por un hombre apreciado por sus contemporáneos por su gran capacidad como estratega militar y en vista de la ventaja que la orografía podía proporcionarle.
Afirma Charo García de Arriba que se trata de una reclamación históricamente justa, por medio de la cual, además, se busca protección para un espacio natural especialmente importante para los vecinos y por el que, entre otras cosas, transcurre un antiguo cordel de merinas completamente respetado.
Además es una forma de reconocimiento de los soldados españoles durante la contienda, tradicionalmente maltratados de forma injusta por la historiografía, y que tuvieron en Tamames una de las cinca únicas victorias que cosecharon en solitario durante los más de cinco años que duró la guerra de la Independencia.
