Se cerraba la temporada en la Villa Ducal, esa que dicen era del Duque de Alba por eso el nombre y el río Tormes regando su vega y lamiendo sus orillas de gracia e historia. Y para ello, el Ayuntamiento echó el resto para santificar y honrar a su santa torera, Teresa de Ávila, monja francisca, que fundó conventos y puso de moda el ánimo religioso de unas mujeres que elevan rezos a lo alto por todos nosotros.
Y hoy en ALBA el rezo de un torero de Cantalpino, Ismael Martín, ha sido escuchado, bendecido y apoyado por toda la corte celestial y por la terrenal que llenó los tendidos de la cuca plaza de Alba de Tormes.
Ismael ha lidiado dos toros de Montalvo que le tocaron en suerte, bravos y encastados, nobles y plenos de satisfacción para el gesto torero de este salmantino que salió nada más empezar su actuación a revientacalderas, a poner duro, difícil y complicado el triunfo, pues su valor es acendrado, fuera de toda duda. La entrega, el valor y las ganas de este torero que me recordó poniendo los garapuyos a Miguel Mateo «Miguelín» fueron virtudes exhibidas con creces por el muchacho de Cantalpino, al que un día yo le dije en Sahagún que había que encoger la barriga y demostrar lo que uno quiere ser.
No cayó en saco roto la sugerencia porque hoy frente a los dos toros de Montalvo, uno de nombre 'cariñoso' al que desorejó por partida doble y recibió en el tercio de rodillas, con una larga cambiada para seguir de hinojos mostrando su poderío y al que instrumentó tres chicuelinas de infarto, ceñidas, peligrosas, ajustadas al máximo que se aplaudieron con ganas y fuerza en el tendido y el rabo cortado al de cierre del festejo, todo un episodio grande. Entre el capote y las velas del toro no pasaba ni brizna de aire. Y luego en el tercio de banderillas desató la pasión, el olé y los aplausos de estruendo en la coqueta plaza cubierta de Alba de Tormes.
Su faena brindada al público estuvo llena de coraje, valor y decisión rubricada con un estocada entera efectiva, en un volapié espectacular, canónico, impresionante.
Y si a eso se añade las dos orejas y el rabo cortados en el que cerraba plaza, la conclusión es más que evidente: Salamanca tiene un torero de usía, en forma, que pone banderillas y tiene el ánimo torero por arrobas, un ciclón.
Emilio de Justo, el otro torero de a pie en la lidia ordinaria de la mixta, poco pudo hacer frente al primero, un toro cuajado, con romana y kilos que se partió un pitón sin que llegara a romper el epiceras del cuerno pero que bamboleaba ostensiblemente en los movimientos del ejemplar.
Fue un toro grande, gordo, cuajado, de plaza de superior categoría y el público exigendo la devolución a la que no accedió el presidente. En el quinto de la tarde, el toro fue brindado por el Torrejoncillo a la cuadrilla, como despedida de la temporada que hoy termina aquí en tierras de Salamanca y al que toreó con el gusto, la limpieza y el temple contrastado de este torero. Dos orejas le abrieron la puerta grande del triunfo, pues la cosa estaba de caramelo dulce por parte del público que se dio cita en la ducal.
Diego Ventura toreó a dos murubes, uno «campanito» con poca fuerza y otro 'romerito' con algo más de fuelle, pero abanto en varios momentos. Utilizó a «Velázquez» de salida para colocar el rejón de castigo, a 'nómada' en banderillas y a 'Chiado' con las cortas que fue donde estuvo brillante el rejoneador. Lo despachó de un pinchazo y rejón efectivo «insistente» al fallar en el primer intento y le concedieron una oreja. Luego cortaría dos, las que llevaba 'romerito', al que propinó dos quiebros fantásticos y ceñidos que entusiasmaron al público.
Tres banderillas, tres cortas, tres rosas y de nuevo pinchazo arriba e insistiendo de forma poco ortodoxa metió el acero hasta las cintas derribando al animal y recibiendo dos orejas del Presidente de la corrida, que le garantizaron la salida también por la puerta grande.
Al final, todo fueron alegrías y aplausos saliendo los tres actuantes por la puerta grande, izados a hombros de los costaleros.
Y por dos veces tuvo que salir la máquina de arrastre y pintado del ruedo, tras las acciones de las cabalgaduras para alisar el suelo, lo que da una pérdida de tiempo considerable a la corrida, cuestión que estaría solucionada si el rejoneador en las mixtas actuara en primer y último lugar. Pero en fin, doctores tiene el santo Reglamento taurino.