Aún con el cansancio reflejado en su rostro por el viaje desde Bogotá, Piedad Bonnett (Amalfi, 1951), XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, llega al Palacio Real de Madrid enormemente agradecida por haber recibido este prestigioso galardón, que por segunda vez recae en Colombia después de que en 1997 lo recibiera Álvaro Mutis. Su aparente debilidad física, con ojos inquietos de quien está acostumbrada a diseccionar la realidad que le rodea, queda inmediatamente anulada cuando la entrevista fluye e imprime a cada palabra una fuerza y belleza que hablan de una escritora valiente, herida, vitalista y profundamente cercana.
Pregunta. La primera pregunta es obligada. ¿Qué ha supuesto para usted recibir el Premio Reina Sofía de Poesía iberoamericana?
Respuesta. Es una enorme satisfacción y también agradecimiento. La composición de jurado es muy amplia y, por tanto, obtener un consenso ahí no era fácil. Tengo que estar muy agradecida de que me hayan dado esta distinción.
P. Precisamente en el fallo del premio, el jurado se refirió a usted como "una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida. Su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo". ¿Se siente identificada con esas palabras?
R. Siempre es difícil asimilar los adjetivos que otros te adjudican. Pero creo que sí me reconozco. Me puedo identificar en cada una de esas palabras.
P. Esa forma particular de ver el mundo ha quedado capturada en la antología poética 'La oscura disonancia', publicada por Ediciones USAL con motivo de este galardón internacional. ¿Qué se esconde detrás de este precioso, pero, a la vez, inquietante título?
R. El título es una sugerencia de Francisca Noguerol y me pareció muy acertada. Podría decir que desde que era una niña yo sentí que estaba en oscura disonancia con el mundo. Es un verso, además, de uno de mis poemas. No obstante, creo que, en general, los escritores estamos en desacuerdo con el mundo, sino no escribiríamos. Estamos siempre como con una grieta o vislumbramos en la vida una grieta que es la que permite que por ahí emerja la poesía.
La rebeldía es un arma muy importante para defenderse de las agresiones del mundo.
P. Leyendo la magnífica introducción que la profesora Paqui Noguerol ha realizado de la antología se descubre a una mujer valiente, certera en el uso de la palabra y con un punto de rebeldía que no ha perdido con el paso de los años?
R. Desde la adolescencia fui una persona muy rebelde. Contra la autoridad, no en general contra el mundo, sino con esa forma impositiva en que nos educaban. Y sobre la autoridad masculina también. Yo tenía un padre muy severo y ahí apareció esta rebeldía que por fortuna encontró la literatura como un cauce y la poesía como una posibilidad de expresión. La rebeldía es un arma muy importante para defenderse de las agresiones del mundo.
P. Rebelde y mujer es un binomio que no siempre acaba bien en nuestra sociedad.
R. No pienso en la rebeldía en términos negativos, como suele suceder, sino como en una fuerza capaz de, por lo menos, enfrentar las dificultades con la que nos encontramos.
P. La cubierta del volumen 'La oscura disonancia' reproduce una obra pictórica de Daniel titulada 'Lápiz', con la que incorpora un recuerdo más de su hijo fallecido.
R. Me pidieron que buscara un cuadro y tuve dudas. El amor de una madre puede llevar a cosas arbitrarias. Nunca tuve dudas sobre el talento que tenía Daniel como dibujante, como pintor. Escogimos una obra un poquito atípica. Se trata de una obra abstracta, porque él en realidad hacía una pintura muy realista. Éste es un ejercicio que hizo alguna vez en la universidad, pero considero que como pintor abstracto también era muy bueno. En ese cuadro hay algo turbulento. Daniel empezó a tener una enfermedad mental a los 18 años, pero siempre fue intelectualmente sumamente lúcido y con una capacidad tremenda de mostrar su propio dolor y su propia inconformidad. También con lo que el destino le puso como reto. Esa pintura, creada en el 2001, tiene una fuerza tremenda y podía tener una clara relación con la oscura disonancia.
P. Hay una fase en sus poemarios marcada por la enfermedad y la muerte de su hijo. Es una poesía que nace desde el dolor más profundo de una madre y supongo que como salvavidas para afrontar el terrible duelo?
R. Sin duda. La palabra es una enorme catalizadora del dolor. Yo había tenido dolores como todo el mundo, pero ya el dolor primero fue comprobar cómo a mi hijo menor le llegaba una enfermedad mental muy dura, que es la esquizofrenia. La gente se imagina que una persona con esquizofrenia debe estar recluida en los hospitales mentales y está fuera de la realidad. Sin embargo, Daniel siempre fue muy brillante intelectualmente, hizo toda su carrera universitaria, hizo toda su obra, estaba haciendo una maestría. Es entonces más doloroso todavía, porque sabes que está cargando con un dolor inmenso todos los días y que hay un riesgo sobre su futuro, que fue lo que yo vislumbré siempre. De manera que, sin que él lo supiera, yo comencé a escribir a instancias de ese dolor mío profundo, pues tenía la certeza de que lo estaba perdiendo y que lo iba a perder definitivamente.
P. Usted ha puesto sobre la mesa un tema tabú, que la sociedad y los medios de comunicación suelen ocultar, y ha hablado del "coraje del suicida" como un homenaje a su hijo y a todas aquellas personas que deciden acabar con su vida?.
R. Cuando Daniel murió yo sentí la necesidad de contar esta historia, que era la historia de una lucha y una derrota. Básicamente eso fue lo que me incitó a escribir. Cuando comencé a escribir la obra Lo que no tiene nombre, refleja lo que fue esa lucha y supe que este era un libro político en el sentido más amplio de la palabra. Tenía que declarar ahí unos principios. El primero, porque hay unos grandes malentendidos sobre la enfermedad mental. Es también una enfermedad física, no es una debilidad o una fragilidad del que la padece. Y luego está la dignidad del suicidio.
Vivimos en una época de enorme ruido, de sobreinformación, de desgaste, de incapacidad, de falta de concentración"
P. En su discurso de aceptación del premio reivindicó la poesía como un instrumento para combatir la "enorme soledad interior" en la que vive la sociedad actual y para ayudar a los ciudadanos a ampliar los límites de nuestra sensibilidad y de nuestra conciencia.
R. Creo que vivimos en una época de enorme ruido, de sobreinformación, de desgaste, de incapacidad, de falta de concentración. También tenemos muchos miedos que vienen precisamente de ese mundo que hemos construido sobre nuestra propia imagen. Los adolescentes se sienten perturbados por esa mirada general que ahora estamos recibiendo todos. Y yo creo que la poesía es un antídoto de alguna manera de la soledad, porque de igualmente forma que es un acto que se crea en soledad profunda, se recibe también en soledad.
P. Pero los festivales de poesía favorecen que lleguen al gran público?
R. Es verdad que la poesía puede leerse en grandes escenarios y con un público numeroso, pero yo creo que desde que se creó la imprenta va dirigida primero a la soledad del otro, a la intimidad del otro. Se ha perdido de vista la poesía en medio de ese ruido y, por eso, volver a ella, volver a nombrarla, premiarla, es afirmar, que es una manifestación humana sin la cual no podríamos vivir.
Tendremos que volver a inventarnos una nueva manera de gobernar, porque estamos poniendo en entredicho todo un sistema que nos ha llevado por unos caminos muy peligrosos"
P. Vivimos un momento de crecimiento de los populismos en América y Europa, que han colocado a los inmigrantes, a los que usted se refiere en su obra como 'los desechables' en el punto de mira. Esto unido a la desinformación y la crisis del periodismo, ¿cree que son factores que debilitan las democracias?
R. La crisis del periodismo, la propia que sufren los periódicos debido a la crisis financiera, que los llevan a tomar decisiones a veces un poco erráticas, es muy preocupante. Me parece que es deber del escritor pensar este mundo y tratar de comunicarlo también por vías más expeditas que los libros, como es la columna en los periódicos. Estamos viendo una derecha galopante, un fascismo que nos amenaza y también una izquierda muy errática, con muchas equivocaciones, que han llevado en ciertos regímenes a caer en autoritarismos inexplicables. De manera que estamos en una encrucijada. Yo soy una convencida de que tenemos que volver a reivindicar un liberalismo de izquierda o una especie de centro conciliador. Que reconozca todas las ventajas del pensamiento de izquierda y que sepa enfrentar a una derecha muy feroz. Vamos a tener que ver cosas muy terribles antes de reaccionar como cultura. Y tendremos que volver a inventarnos una nueva manera de gobernar, porque estamos poniendo en entredicho todo un sistema que nos ha llevado por unos caminos muy peligrosos.