La colección que atesora el salmantino José Luis Rodríguez Argüeso para explicar la historia de España

La censura postal desde 1936 a 1954 es la última muestra de este filático y exprofesor que ha reunido más de 7.000 originales, entre objetos y documentos

Isabel Rodríguez
Domingo, 24, Noviembre, 2024
CulturaNoticias 24 horas

De vencedores y vencidos, de izquierdas y de derechas, de católicos y laicos, de 'fachas' y 'progres'. Las dos Españas, que se enfrentaron hace menos de un siglo en un fratricida conflicto bélico armado entre compatriotas, permanecen, en cierto modo, irreconciliables en la conciencia colectiva. El debate político, aún hoy, se jalona con escaramuzas guerracivilistas que devuelven la conversación a una sempiterna dicotomía, a ese duelo a garrotazos que predijo Goya, ya sumido en su etapa más oscura, hace 200 años. Pinturas negras que, paradójicamente, plasmaban un país de rojos y azules, relata Ical. 

Mientras, desde el punto de vista educativo, hay quien denuncia graves deficiencias en el seno del sistema educativo acerca de un periodo histórico que aún es reciente, quizá demasiado. Es el caso del exprofesor de secundaria salmantino José Luis Rodríguez Argüeso, ya jubilado, quien dedicó su vida profesional a la docencia en diferentes institutos. "Yo veía que, cuando se empezaban los temas de historia, se trataba en profundidad el mundo romano, el mundo griego, los visigodos... pero cuando se llegaba a este periodo casi no se tocaba", señala, recociendo que "había hasta miedo hasta del mismo profesorado, porque siempre ha sido un tema delicado".

"A mí me gusta que hablen los documentos y que nadie pueda pensar que hay una crítica a unos o a otros, no, es explicar cómo fue la historia de España en la posguerra, que es absolutamente desconocida, sobre todo para la gente joven", señala Rodríguez Argüeso, quien atiende a Ical en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca, sede de su última exposición, que aborda, en concreto, la censura postal entre 1936, año del estallido de la contienda, y 1954, ya en plena dictadura. "Cuando hablamos de los visión real e imparcial de los hechos hay que acudir a los documentos, sobre todo en temas que para algunos pueden resultar sensibles", añade.

La de censura postal es la última de una saga de muestras que este filatélico y numismático, que acumula más de 7.000 originales, entre objetos y documentos, relacionados con los periodos históricos de la Guerra Civil, la Posguerra y el Franquismo, ha querido compartir con la ciudadanía en colaboración con las instituciones. José Luis comenzó coleccionando sellos y monedas en sus ratos libres, pero su inquietud intelectual, que siempre le llevó "a más", le hizo adentrarse en labores de investigación y se convirtió en un estudioso de estos periodos históricos, desde su punto de vista, tan desconocidos.

"No hace mucho veía una entrevista que hacían a unos alumnos y era curioso que conocían bastante la Segunda Guerra Mundial, de los campos de concentración y, sin embargo, de la España franquista y de lo que había habido no tenían apenas idea", insiste el exprofesor de instituto, quien lleva más de tres décadas coleccionando objetos, documentos y hasta vehículos clásicos, como el automóvil en el que ha llegado hasta el Archivo Provincial, en la calle Mazas. Una de sus exposiciones, de hecho, habla sobre la automoción en la Guerra Civil, pero también ha abordado la economía, la educación y la cultura, y la sanidad militar y la Cruz Roja.

La censura postal

La muestra de Argüeso recoge la que posiblemente sea la más competa colección de cartas y tarjetas con marcas de censura conocida, aparte de cientos de documentos que la acompañan. España, que había esquivado el control de la correspondencia al no participar en la Primera Guerra Mundial, iba a experimentar la censura en ambos bandos. Al iniciarse la Guerra Civil, ante la debilidad del Gobierno, fueron los sindicatos y los partidos del Frente Popular los que se hicieron cargo de la censura de la correspondencia. Los censores podían optar por tachar algún contenido que considerasen inconveniente o cortarlo con una tijera y en último extremo podían detener esa información.

Sobre el bando republicano, aparte de cartas censuradas, la colección de Rodríguez Argüeso también recoge documentos sobre los campos de internamiento franceses, que acumularon unos 470.000 refugiados en lugares como Argelés sur Mer, Gurs, Saint Cyprien o Vernet. Por otro lado, se calcula que unos 35.000 voluntarios lucharon a favor de la República alistados en las llamadas Brigadas Internacionales. Los servicios de control debieron organizar un servicio de censores que conociesen los más de treinta idiomas que hablaba ese contingente que, por ejemplo, resultó clave en la defensa de Madrid.

La censura de la correspondencia en la zona franquista corrió a cargo de las autoridades militares, quienes diferenciaron entre cartas civiles y militares. El número de ciudades y pueblos que dispusieron de gabinetes de censura, según los estudios de Argüeso, superó los 1.300. Y aunque la guerra terminó en 1939, la censura se prolongó durante años. La colección, refleja la censura en las cartas que recibía Franco directamente, que se contaban por "muchos miles", y era algo que estaba "totalmente prohibido". Además, la muestra cuenta con apartados que abordan la censura en la correspondencia del Corpo di Trupe italiano y, también, de la División Azul y la Legión Cóndor.

El investigador cuenta a Ical que la ciudad de Salamanca tuvo el "raro privilegio" de contar con dos sistemas autónomos de censura: la militar propiamente dicha, ubicada en el antiguo edificio de Correos, en la plaza de Santa Eulalia, y la del Cuartel General del Generalísimo, que se hizo cargo también de la censura de la población civil a partir del 18 de julio de 1937. La Oficina Central Postal del Cuartel General ocupó el edificio principal de la Universidad. "Franco estuvo aquí bastantes meses y tenía un cuerpo de censores que dominaba todos los idiomas para poder censurar cualquier correspondencia que fuera a cualquier país", señala.

Espíritu coleccionista

José Luis Rodríguez Argüeso explica que coleccionismo e investigación "van unidos" en torno a una labor de estudio que acaba siendo "profundísimo". "Hablamos de cientos de libros para sacar, a veces, un par de líneas. Hay que tener las ideas muy claras y poderlas exponer a todo aquel que quiera", señala el exprofesor, cuya colección comenzó con cartas prefilatélicas, anteriores a 1850, y que, por ejemplo, cuenta también con una amplia selección de 36 motos españolas. "Cuando encuentras una pieza única, yo digo que es como vitaminas para el cerebro. Ese día te alegra la vida, te produce una gran satisfacción", manifiesta.

Una pasión que "poquito a poco" le ha conllevado, asimismo, una gran inversión. "Cada mes digo, venga esta vez gasto 100 euros, gasto 200 y así, año tras año tras año, al final sí supone un dinero. Pero por otro lado, también pensemos que muchas de estas motos han aparecido en pajares absolutamente destrozadas y lo que ha habido es una inmensa labor de trabajo diario para que parezcan recién salidas de fábrica", matiza. Reconoce, eso sí, con resignación, que su hijo no quiere saber nada de sus colecciones. "Es lo que pasa con la gente joven, con lo cual en su momento tendré que pensar en vender, con toda la pena que pueda darme", augura.

No se plantea, en este sentido, una tasación económica del total de sus colecciones porque "sería imposible" al tener que ir "pieza por pieza", pero no descarta, por ejemplo, la venta de la colección de motocicletas. "Pensemos lo siguiente, yo le he comentado que yo soy profesor con un sueldo normal y un hijo mileurista. Si a mi hijo en un momento dado le llego y le digo he vendido las motos, toma 80.000 euros, pues le vendrían de maravilla", apunta. No parece, pues, que el futuro de todas estas piezas sea alguna institución pública, como el propio Archivo Histórico de la Guerra Civil. "Tengo mucha amistad personal con ellos, pero, desafortunadamente, no han mostrado demasiado interés", lamenta.

 

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