La magia de la Navidad envolvió Salamanca en una noche inolvidable, donde las calles de la ciudad iluminadas por la luz de la Navidad reflejada en la emblemática piedra de Villamayor, se llenaron de ilusión, alegría y muchedumbre. Papá Noel, cargado de sueños y acompañado de sus fieles duendes y gigantes, llegó en la Cabalgaza para cumplir los deseos de los más pequeños, quienes ya habían confiado sus cartas llenas de esperanza.
A las 19:00, la Plaza de Colón se convirtió en el escenario donde comenzaba no un desfile cualquiera, sino una verdadera historia que cobraba vida. Salmantinos por miles, las familias se agolpaban a lo largo del recorrido, testigos de un despliegue que conectaba generaciones. La reina Elsa y su inseparable Olaf, los queridos protagonistas de este año, compartieron protagonismo con Gazi, la simpática vaquita de Leche Gaza.
El viaje continuó con un toque nostálgico que transportó al reino de los clásicos: Cenicienta, Maléfica y Peter Pan desfilaron bajo la luz que tiñe el aire de fantasía, como si cada esquina de Salamanca resplandeciera con su propia chispa de magia navideña.
Los suspiros y los aplausos llenaron cada rincón del recorrido, en muchas ocasiones con problemas para avanzar por la cantidad de gente presente, mientras las carrozas y los personajes avanzaban por las calles: Juan de la Fuente, Gran Vía, Azafranal, Pozo Amarillo, y finalmente hacia la Plaza Mayor, auténtico corazón dorado de la ciudad.
El momento culminante llegaba cuando Papá Noel, recién aterrizado desde Laponia, aparecía entre saludos y aplausos. Acompañado de un espectáculo de luz y sonido que parecía abrazar las antiguas fachadas de Salamanca. Desde la Plaza Mayor hasta la calle Ancha, la ciudad vibró como un cuento vivo, recordándonos que la Navidad no solo ilumina las calles, sino también los corazones. Una noche mágica, preludio de las que vendrán.